Saturday, November 20, 2004

La pasión según Alejandra Peart. Gustavo Sainz


La literatura es un estado de la cultura, escribió Juan Ramón Jiménez, y la Poesía es un estado de Gracia, antes y después de la cultura.

El yo poético semeja a la mariposa de luz que corre irresistiblemente hacia el fuego que la consumirá.

El yo poético de Alejandra Peart tiene ya el fuego en su corazón, de ahí que no se arroje voluntariamente a las llamas: a ella la arrojan los eslabones de su amor.

Aún lejos de las llamas ya estaba ardiendo.

¡Qué negras escrituras cuando el fuego estaba rodeándola!

Una poesía que ilumina el significado de la vida y que se constituye como un acto de amor.

Sobriedad cortante, insólitas imágenes de dura belleza, evocaciones sencillas de lo áspero, lo desértico, lo aislado, lo agresivo.

Dilucidar las posibilidades de la existencia humana.

Extrañeza original.

El signo de la inmediatez y la soledad original.

Alejandra regresa a los orígenes y desde allí escribe lo indecible, oponiendo la aparente simplicidad de su expresión al vacío y el absurdo que la rodea.

El silencio del puro estupor.

El lenguaje debe destruirse a sí mismo para acceder a su verdadera meta.

Una búsqueda de valores auténticos en un mundo inauténtico.

André Gide decía que no hay obra de arte sin atajos.

Montesquieu que no escribimos bien si no saltamos las ideas intermediarias.

Por eso Alejandra seduce tanto por lo escrito como por lo no escrito pero que somos conducidos a descubrir de tan bien dibujadas como están las líneas esenciales.

Una encrucijada, una cita de problemas y sensaciones, pero también otra cosa.

La juventud de Alejandra es una revelación, como si no tuviera edad, siempre madura, siempre prudente, siempre serena, siempre ferviente.

El río es más duradero que el mármol.

Hay que recordar que asombrarse ya es estar enamorado, siendo el asombro el comienzo tímido del goce.

El libro no se ha de quedar en la trampa que se tiende a sí mismo, sino situarse en un espacio que solamente le pertenece a él.

Lo que sucede aquí no sucede en el tiempo, sino en la página adonde se disponen tiempos.

El bien, lo bello, la forma, la emoción. Responder por escrito.

No poder escribir todo aún: un sentimiento tranquilizador (no atreverse a todo).

Si no escribiera la vida se desprendería y se iría de ella.

Poner al descubierto las sensaciones todavía no ocupadas por el sentido.

Dispersión extrema y extrema concentración.

De pronto las fauces abiertas de este libro.

La mirada sobre sí misma porque estamos saturados de historia.

Remueve un montón de cosas en muchas direcciones y eso es lo propio de la literatura.

Se nos pone en evidencia no un poema completo, sino un trabajo de poetizar, un esfuerzo de enunciación.

Como si el cuerpo se despertara, aún nuevo, neutro, inocente, no tocado por la rememoración, por la significación.

Poemas mínimos, suspendidos, donde parece que apenas y ocurre algo, y sin embargo son el colmo de una actividad concentrada,

Los poemas cuentan cómo una lengua reducida al mínimo puede reinventarse, hacerse a la vez emisora y receptora.

Vuelve a ver, ahora son los poemas los que han de volver a verla a ella,

Voz buscadora, historia buscada, lenguaje enemigo y lenguaje aliado.

Pensando bruscamente que en alguna página de este libro, el poema más puro se abre efectivamente al cielo.

El lenguaje de Alejandra parece sencillo, reducido al mínimo, pero etimológicamente hablando es un tejido, una red de escrituras.

Imágenes y sensaciones que la autora nunca podría extraer de su conciencia o de la realidad.

Hay casi una idea de pintura en directo y por esto mismo, íntima, rápida, veloz, imprecisa, arriesgada.

Un explícito gusto por el más-o-menos lingüístico, con el efecto de dar origen a un
no-sé-qué literario.

Alejandra es a la vez poeta e hilandera de sensaciones.

Rayo, desnudez, curvatura, cabeza de Jano, pensamiento supremo. Sus poemas.

Contarlo todo de uno mismo y, sin embargo, no revelar nada.

En cada página la seriedad del principio, la incertidumbre del principio, la absolución del principio, el juego del principio.

Penas de la escritura según Peter Handke: una palabra sale volando de todo el estiércol lingüístico y luego vuelve a posarse, pero ahora en el lugar correcto.

Afirma, repite, ratifica, medita, añade un poco de relleno: el poema.

Poema tras poema, la voz interior de Alejandra.

Andar-contenerse-andar: la manera ideal de escribir.

Glorificar el presente del mundo.

Poesía serena y contenida, aunque la autora a veces quisiera gritar de rabia.

Escribir es siempre un combate del escritor contra sí mismo. Mejor aún, son muchos combates particulares.

Wittgenstein: Disposición poética es la disposición en la que uno es sensible a la naturaleza y en la que los pensamientos aparecen tan vivos como la naturaleza.

Imposibilidad de todo saber y todo fundamento.

De manera transparente una gran ternura por los seres y las cosas y un inmenso estupor ante la realidad,

El amor por la poesía.

¿Dicha en la desdicha, placer en el dolor, gracia en la desgracia, felicidad en la infelicidad?

Protocolos de experiencia.

Uno está en el mundo y oye los discursos del mundo, los discursos que el mundo se dice a sí mismo y a través de los cuales acaso se crea y se recrea.

Revelaciones: lo que estaba ahí sin ser, lo que existía sin esencia, lo que era como pálido recuerdo de lo que fue o como humilde anticipación de lo que está acaso por venir.

Huye de la pasión para reencontrarse con ella al pasar la página.

La pasión como una dialéctica sin fin de insistencias y resistencias, presencias y ausencias, encuentros y desencuentros.

La pasión como conmoción y perturbación y empecinamiento.

Pasión es división, desgarradura, escisión, segmentación, cruz, lanza clavada en el costado, herida abierta.

Imposibilidad de escapar de quien se nos escapa siempre.

Traducimos habitualmente pathos por pasión, ebullición afectiva. Pero pathos está en conexión con paskein, señala Heidegger, que implica “sufrir, tener paciencia, soportar, dejarse llevar, ceder a la llamada de…”

Alma sin velos y corazón en flor diría Rubén Darío.

Cierto barroquismo del pensamiento y la expresión.

Poesía reflexiva, crepuscular, centelleante de pasión entre sus palabras.

Visiones engendradas por su propio ensueño, fantasmas de su pasión que no pueden apresar sus palabras.

Grandes y tumultuosas ideas sobre el amor y la vida.

El corazón como símbolo y realidad.

Enferma de absoluto.

Poesía como forma de conocimiento y objeto de indagación.

Carl Sandburg dice que poesía es el diario de un animal marino viviendo en la tierra, deseoso de volar por el aire.

Poesía es el teorema de un pañuelo de seda amarillo anudado con acertijos, encerrado en un globo de colores atado a la cola de un cometa volando en un viento blanco contra un cielo azul de primavera (Sandburg otra vez).

Poesía es una inscripción fantasma que dice cómo son hechos los arco iris y por qué se van (Sandburg otra vez)

No todos los que vacilan están perdidos.

La mujer, en el lenguaje gráfico de la mitología, representa la totalidad de lo que puede conocerse.

En lugar de resolver, reconocer y juzgar, hallar, encontrar, tratar de enunciar.

La fórmula de Godard: no una imagen justa, justo una imagen.

Lo que cuenta en estos poemas nunca es el principio ni el final, siempre es el medio.

Una sobriedad, una simplicidad que no es el principio de nada.

En el devenir no hay ni pasado ni futuro, ni siquiera presente, no hay historia.

El devenir consiste más bien en involucionar: ni regresar ni progresar.

Devenir es volverse cada vez más sobrio, cada vez más simple, cada vez más desierto.

Involucionar es tener un andar cada vez más sencillo, económico, sobrio.

Poetizar como acto. Como política. Como experimentación. Como vida.

Estos poemas son una anti-memoria.

Están llenos de devenires, devenir-deseo, devenir-espera, devenir-desilusión.

Alejandra habla con, escribe con. Con el mundo, con una porción del mundo, con las personas. Y nada de una conversación, sino una conspiración, un arrebato. Responder por escrito.

Una palabra, cierta música, una historia, una línea.

Un nuevo uso de la lengua que hace que surja en el lenguaje una nueva disposición de la lengua.

Uno empieza a volverse imperceptible, clandestino.

Uno ha hecho un curioso viaje inmóvil.

¿Cómo puede desear la pasión su propia represión?

El corazón, sí. De repente late muy de prisa.

Delante de algo así como una escritura viva y desnuda, como terrible, terrible de superar.

La escritura llega como el viento, está desnuda, es la tinta, es lo escrito, y pasa como nada pasa en la vida, nada, excepto eso, la vida.

Debería haber una escritura de lo no escrito, una escritura breve, sin gramática. Alejandra se dirige hacia allá.

El mundo es el que hace planes con uno.

Todo libro impone su método.

Alejandra escucha las palabras que trazan su futuro.

Sólo podemos vivir en el eco de los acontecimientos.

Es como si una multitud de posibles libros esperasen ver la luz.

¿Podremos recuperar nuestra experiencia a través de sus poemas?

Alejandra escribe un poema y ella es el poema.

Su escritura se ha vuelto realidad, ha elegido cierta cantidad de elementos y los ha ordenado.

Su poema cierra definitivamente el acontecimiento, tal y como ha sido vivido, para sustituirlo con su relación escrita.

Un libro en el que las propias palabras estuviesen enfrentadas al infinito que las mina.

No tenemos otra realidad más que aquella que nos confieren los libros.

Donde el riesgo está ausente no puede haber escritura.

No se puede escribir sin antes hacer callar las palabras que nos agitan.

La página en blanco es un silencio impuesto, y es sobre fondo de silencio sobre el que se escribe el texto.

Alejandra parece preguntarse si no serán más bien las palabras las que la utilizan, como los objetos, los seres, el universo del cual somos presas.

Todo poema es primero un comentario de un silencio.

Ningún saber, ninguna certeza se sostiene frente a la escritura.

Unos espejos que no reflejan más que la mirada que los interroga.

Antes del libro no hay nada. Después no hay nada. Entremedio está la obsesión por el libro.

Hacer El Libro sería hacer-se con él, dar-se, finalmente, una consistencia.

Riesgo de encontrarse cada vez en el umbral de una aventura que no sospechamos, pero de la que descubriremos poco a poco los signos precursores.

Más que dar libre curso a las palabras, se trata de delimitarlas en lo más cercano a sus posibilidades: ahí reside su libertad.

Todo sucede como si Alejandra tratase de reescribir indefinidamente un libro olvidado en su orden inicial.

¿No es cierto que la mayoría de los hombres se apoyan en respuestas ya caducas?

La realidad es insuficiente, dijo Abel Gance.

Tanto la vigilia como el sueño son igualmente irreales.

El poema se cumple a expensas del poeta, dice Octavio Paz.

Y también: Merece lo que sueñas.

La tarea es escribir.

Lo único que en el mundo tiene valor es el alma activa.

Poesía: el acto creador, el acto de vida.

¿Qué es poesía?, ¿Y tú me lo preguntas?, escribió Bécquer.

Alejandra escribe poemas porque ella es un poema.

Y su obra es una prueba que a todos, felices y desgraciados, nos ennoblece.